Historias de la Biblia hebrea
LO QUE LOS LEPROSOS ENCONTRARON EN EL CAMPAMENTO

Historia 88 – 2 Reyes 6:24-7:20
Después de un tiempo, hubo una guerra entre Israel y Siria. Ben Adad, el rey de Siria movilizó todo su ejército para ir a Samaria y sitiarla. El sitio duró tanto tiempo que provocó un hambre terrible en la ciudad de Samaria, a tal grado que muchos murieron por la falta de comida, y unos hasta mataron a sus propios hijos para que no se murieran de hambre.

Durante todo este calvario, Eliseo animaba al rey de Israel para que no abandonara la ciudad. Cuando parecía que ya no tenían esperanza, Eliseo le decía al rey: “La palabra del Señor dice que mañana a estas horas, a la entrada de Samaria, podrá comprarse una medida de flor de harina con una sola moneda de plata, y hasta una doble medida de cebada por el mismo precio”. El rey se recargaba en el brazo de su ayudante personal, y éste replicó: “¡No me digas! Aun si el Señor abriera las ventanas del cielo, ¡no podría suceder tal cosa!” Eliseo le contestó: “Pues lo verás con tus propios ojos, pero no llegarás a comerlo”.

Al día siguiente al amanecer, cuatro hombres que padecían de lepra se hallaban a la entrada de la ciudad de Samaria. Por ley de Israel, a los leprosos no se les permitía cruzar la muralla de la ciudad. Se dijeron unos a otros: “No ganamos nada con entrar en la ciudad. Allí nos moriremos de hambre con todos los demás, peor si nos quedamos aquí, nos sucederá lo mismo. Vayamos, pues, al campamento de los sirios, para rendirnos. Si nos perdonan la vida, viviremos; y si nos matan, de todos modos moriremos”. Y los cuatro se pusieron en camino, pero cuando llegaron a las afueras del campamento sirio, ¡ya no había nadie allí! Entraron en una carpa y tampoco había nadie; parecía como si habían salido de prisa, ya que había comida, bebidas, ropa y oro y plata. Los cuatro hombres comieron y bebieron todo lo que querían, y después se llevaron las cosas de valor y las escondieron. Luego entraron en otra tienda, y también la encontraron como la primera, no había señales de vida. Recorrieron el campamento y no había ningún soldado; todo estaba como si hubiera gente allí viviendo.

El Señor había confundido a los sirios haciéndoles oír el ruido de carros de combate y de caballería, como si fuera un gran ejército. Entonces se dijeron unos a otros: “¡Seguro que el rey de Israel ha contratado a los reyes hititas y egipcios para atacarnos!” Estaban tan aterrorizados que emprendieron la fuga al anochecer abandonando tiendas de campaña, caballos y asnos junto con todas sus cosas de valor. Dejaron el campamento tal como estaba, para escapar y salvarse.

Después de un buen tiempo, los leprosos se dijeron unos a otros: “Esto no está bien. Hoy es un día de buenas noticias, y no las estamos dando a conocer. Si nos encuentran, pueden culparnos y esto puede costarnos la vida”. Así que fueron a la ciudad y llamaron a los centinelas y les dijeron cómo habían encontrado el campamento sirio; con todo intacto y caballos atados, pero sin gente. Los centinelas le informaron al rey. Pero cuando el rey se enteró de esto, pensó que era una trampa de los sirios para tomar la ciudad cautiva.

Y el rey llamó a dos hombres en carros con caballos, y los mandó al campamento del ejército sirio. Cuando llegaron, vieron que todo el camino del monte al río Jordán, estaba lleno de ropa y de objetos que los sirios habían arrojado al huir rápidamente. La notica se regó por toda la ciudad de Samaria, y en pocas horas, todos estaban en las puertas. Y cuando trajeron toda la comida del campamento, había suficiente para toda la gente. Y tal como la palabra del Señor lo había dado a conocer, en ese mismo día, se puedo comprar una medida de flor de harina con una sola moneda de plata, y hasta una doble medida de cebada por el mismo precio.

El rey le había ordenado a su ayudante personal que vigilara la entrada de la ciudad. Y así se cumplió lo que había dicho el profeta, vio con sus propios ojos, pero no comió; porque el pueblo lo atropelló ahí mismo y murió. Así, el rey y toda la ciudad de Samaria supo que Eliseo, de hecho, había dicho la palabra del Señor.

Hemos visto la diferencia ente Elías y Eliseo. Elías vivía solo en el desierto y solamente visitaba a los reyes para decirles de las cosas perversas que estaban haciendo, y para advertirles del castigo venidero. Sin embargo, Eliseo vivió en la ciudad y algunas veces en Samaria. Eliseo también les mandó mensajes de ayuda a los reyes que eran sus amigos. Elías y Eliseo fueron muy vitales: uno destruyó la maldad en la tierra, y el otro fomentó lo bueno.